lunes, 29 de junio de 2015

Batalla de Cerro Gordo, 1847.


Índice:
·         Objetivo
·         Antecedentes
·         La Guerra entre México y Estados Unidos
·         La Batalla de Cerro Gordo
·         Consecuencias

Objetivo:

Conocer la historia de la batalla de Cerro Gordo en un intento por recuperar desde la memoria local de un acontecimiento importante para la historia nacional.

Antecedentes:

La construcción del Estado Mexicano en el siglo XIX, fue complicada: Aún después de la sangrienta lucha que había llevado al país a la bancarrota, el imperio mexicano parecía tener todavía un futuro prometedor, sin embargo, los asedios externos y la lucha de la independencia, complicaban aún más esta tarea. Aunado a ello, la unión fue la más difícil de poner en práctica, en especial ante el experimento democrático de los años veinte. Al monarquismo iturbidista (1821-1823) se le atribuyeron toda clase de excesos injustos, pero como los males no terminaron con el experimento monárquico, después se le reprocharon al federalismo: inapropiado para México por copiar “instituciones ajenas”.  (Vázquez, 1994)

El país se encontraba en una situación de debilidad, por lo que necesitaría tiempo para poderse estabilizar y crear un modelo político eficiente para sus nuevas necesidades, sin embargo, los años venideros serían aún más complicados y los gobiernos expansionistas no dejarían pasar la oportunidad, Carmen Blázquez señala que “el odio al invasor se mezclaba con rivalidades personales, diferencias políticas e intereses de los grupos sociales a los cuales se hallaban vinculados.” (Aguilar y Ortiz 2011 p. 247).
Fueron la independencia de Texas (1836) y su consecuencia, la guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848), sin duda, los acontecimientos  fundamentales en la historia de los dos países. Para México significaron el fin del futuro que anunciaba la riqueza novohispana y el expansionismo del siglo XVII, mientras que para Estados Unidos significó su consolidación como potencia continental, pues los 27 años que mediaron entre 1821 y el principio de la agresión estadounidense  en 1846 fueron el resultado desafortunado de experimentos políticos que no tuvieron oportunidad de probarse. (Vázquez, 1994).

México era ya el tesoro aclamado para Estados Unidos, y las circunstancias parecían cada vez más adecuadas para aterrizar el plan expansionista por parte del país vecino.

La Guerra entre México y Estados Unidos:

En enero de 1846, el presidente de Estados Unidos, James Polk y su gabinete expansionista, iniciaban ya su estrategia para ganar territorio, por lo que ese año iniciaron entrevistas con Santa Anna, quien se encontraba exiliado en la Habana, para asegurar su cooperación. Mientras que en México, con las malas condiciones por las que seguía atravesando el país, sin ejército, sin aliados y sin dinero, los británicos habían aconsejado evitar a toda costa la guerra para que los estadounidenses no tuvieran excusa para ocupar California. (Vázquez, ibíd.).

Sin embargo, no pudieron evitar que el 25 de abril de ese mismo año, se provocara un incidente entre las tropas de los dos países, lo cual originó que el presidente Polk declarara su mensaje de guerra el 11 de mayo de 1846, acusando falsamente a México de “haber derramado sangre norteamericana en suelo norteamericano”. (Escalante, et al. 2008).

Lo que Polk buscaba era una guerra pequeña, que requiriera un tratado de paz. México no podía pagar reparación alguna, lo que lo obligaría a ceder la tierra que Estados Unidos ambicionaba. Fue casi un mes más tarde, el 7 de julio de 1846, cuando el general Taylor Zachary ya había comenzado a adentrarse en el país, que el congreso mexicano declaró estado de guerra. Para finales de agosto, Santa Anna regresó de su exilio en Cuba, y casi sin recursos se empeñó en entrenar a sus hombres después de que las primeras derrotas advirtieran el futuro de la guerra. El panorama mexicano seguía siendo de crisis, la batalla de Angostura (22 y 23 de febrero de 1847), la única que podría considerarse victoria mexicana, se convirtió en una derrota más al dar Santa Anna la orden de retirada por falta de alimentos y agua.  (Vázquez, 1994).

Ya para marzo Scott seguía con su ruta y comenzaba a descargar en Veracruz, por lo que el general Santa Anna debía apresurarse y preparar el nuevo ataque.
Fue el 27 de marzo de 1847 cuando se ordenó que se fortificara Veracruz y el camino real: La Antigua, Puente Nacional, Plan del Río, Cerro Gordo, Jalapa y Perote, siendo Cerro Gordo la batalla crucial para el paso de los invasores a la Ciudad de México. (Aguilar y Ortiz 2011).

Batalla de Cerro Gordo:

Es en el camino que enlaza Jalapa con el puerto de Veracruz, donde se encuentra el cerro antes conocido como  Telégrafo, junto a él se encuentra otro cerro: La Atalaya y por la derecha corre una cañada profunda, el cual daría el nombre a la comunidad vecina: Plan del Río (Alcaraz, 1997).


Western portion of field. Justin H. Smith's The War with Mexico.
El teniente Manuel Robles encontró ventajosas estas alturas boscosas para molestar al ejército invasor a su tránsito a la capital; sin embargo no lo consideraba el mejor punto para disputarle el paso, ni mucho menos para llegar a una victoria, pues además de que el camino podría ser recortado por el enemigo, había escasez de agua, lo que empeoraba la posición del ejército mexicano, por lo que proponía que el asentamiento fuera en Corral Falso, unos ocho kilómetros más cerca de la capital. (Roa y Castro, 1986).

Santa Anna ignoró las recomendaciones y decidió que el teniente coronel Robles comenzase la fortificación de Cerro Gordo (antes Telégrafo), la cual emprendió hasta el 9 de abril  que llegó Santa Anna para practicar su reconocimiento hasta Plan del Río, donde dispuso que el mismo Robles se encargase exclusivamente de su fortificación, encomendando al coronel Juan Cano las obras del mismo camino. Al otro día le general se dirigió al Lencero para volver el 11 a establecerse definitivamente en el cuartel general de Cerro Gordo, mientras las brigadas de los demás generales, las compañías de Coatepec y Jalapa y la división de Angostura que había estado recientemente en combate, fueron llegando sucesivamente, hasta el día 12. (Alcaraz, 1997)
El ejército mexicana tenía armamento obsoleto, oficiales poco profesionales y soldados improvisados. Mientras que el ejército estadounidense contaba con servicios de sanidad e intendencia, artillería modera y voluntarios que podían entrenarse y renovarse periódicamente, nuestro ejército tenía que desplazarse de sur a norte. Estados Unidos atacaba en forma simultánea diversos frentes. (Escalante, et al. 2008).
Battle of Cerro Gordo during the Mexican-American War.  Por Carl Nebel. 1850.

Mientras el enemigo seguía avanzando, fueron reforzados todos los puntos que los generales Cano y Robles habían ya construido, mientras que el resto del ejército permaneció en Corral Falso hasta el día 15. Es en el transcurso de estos días que hubo un encuentro entre ambos ejércitos, el general Santa Anna se vanagloriaba por haber detenido, con dicho encuentro, la marcha triunfal del enemigo, lo que no era más que otro síntoma de su falta de visión y lo difícil que sería convencerlo de escuchar a la razón, pues ya para entonces otros comandantes comenzaron a limitar sus opiniones al ver que no recibían respuesta. El agua era ya insuficiente y las enfermedades cada vez más recurrentes, por lo que antes de ser atacados las bajas mexicanas ya habían comenzado y la tropa enemiga seguía acampando frente a las mexicanas. Al amanecer del 15 se dispuso el primer movimiento de ataque contra el ejército mexicano pero es hasta el mediodía del 17 que se encuentran por fin las tropas. (Alcaraz, 1997).
A Compilation of the Message and Papers of the Presidents, 1897.
The Battle of Cerro Gordo. A Compilation of the Message and Papers of the Presidents, 1897.
Estados Unidos rompió sus fuegos a las cinco y media de la mañana del día 18, desde el cerro tomado el día anterior,  y para las siete se había avisado de la pérdida del cerro y el abandono de la batería baja. El general Santa Anna ordenó al general Ciriaco Vázquez a reforzarlo, pero para su infortunio, los americanos ya habían tomado los cañones como suyos. Ni siquiera con la llegada de la brigada del general Arteaga, la cual venía cansada, casi vencida, por la reciente batalla, lograron contrarrestar el ataque, por lo que  el ejército mexicano no tuvo otra opción más que rendirse. (Bustamante, 1847).

El enemigo, dueño ya de nuestro campo, aestaba sus tiros, sobre los fugitivos, acrecentando más y más el terror de la multitud que se arrojaba por el desfiladero, impulsada a cada instante por una nueva velocidad, y aumentando la confusión y la vergüenza de tan malhadado trance.
¡Cerro Gordo se había perdido!... ¡México quedaba abierto a la iniquidad del invasor! (Alcaraz, 1997, p. 182).
Amputación de pierna del sargento Bustos.
Atribuida a Charles J.
Betts. c. 1847. © Sinafo/Fototeca Nacional.

La derrota fue anunciada el 18 de abril, para el medio día el panorama daba fe de lo que había sucedido, comenzó a precipitarse la circulación de oficiales y soldados de caballería que huían por el camino de México. Algunos de los que venían por el camino, al cruzarse con los comisionados que viajaban al terreno enemigo, los llamaban a grandes voces traidores, les tendían los fusiles y alguna vez llegaron a disparar. Los comisionados que regresaron de Lencero en la noche, pasaron la noche sin alumbrado con el resono en la oscuridad, los gritos de los fugitivos y los golpes que daban a las puertas de las tiendas y casas queriendo abrirlas. (Castro y Roa, 1986).

El ejército mexicano, mal comido, mal armado, desmoralizado tanto por la superioridad técnica del enemigo como por presenciar el abandono de sus heridos, se mantuvo en la lucha contra soldados bien avituallados, lo que hizo su sacrificio casi inútil.  (Escalante, et al. 2008).

Los testigos lejanos de la batalla esperaban más de aquel enfrentamiento, la derrota llegaba a ser más que vergonzosa; triste, por lo que representaría más adelante.
A las 10 de la mañana del 19, en las calles llenas de silencio, resonaban pavorosamente en el empedrado los cascos de los frisones del enemigo, sin embargo en este porte no aparecía el orgullo ni la satisfacción de la victoria, pues continuaban con su camino a la Ciudad de México. La fortaleza, cuando pasó el teniente Robles, que fue uno de los últimos en retirarse del campo, estaba completamente sola. (Castro y Roa, 1986).

En la cima de Cerro Gordo el panorama testificaba la derrota, desde el camino de Jalapa, hacia cualquier punto que se dirigiera la vista, se veían cadáveres. La carga que recibió el cerro fue uno de esos cálculos fríos y determinados que caracterizaron al soldado mexicano. (Bustamante, 1847).

La guerra continuaría ahora en la Ciudad de México, con una derrota más a la lista y miles de soldados menos.

Consecuencias:

Sólo dos días después de la tradicional celebración de la independencia mexicana, las fuerzas del general Scott ocuparon la Ciudad de México. Este acontecimiento marcó de hecho la derrota definitiva. A partir de ese momento el ejército norteamericano era dueño y señor del país y el gobierno mexicano en Querétaro, carente de recursos y de un ejército, no pudo hacer otra cosa que no fuera iniciar las conversaciones para la paz, las cuales significaron ceder la mitad del territorio mexicano. (Escalante, et al. 2008).

La derrota de Cerro Gordo significó una pérdida masiva de fuerzas, y un pase directo a la Ciudad de México. Las estrategias que se crearon no fueron suficientes sobre todo porque reaccionaron más tarde a la declaración de guerra. Algunos periódicos aseguraban que hubo tiempo para anticiparse mientras que otros le echaban la culpa a Santa Anna. También se habló de la indiferencia que mostró el pueblo ante las peticiones de Santa Anna para que participasen en la lucha.  Sin embargo, lo que estaba claro era que los norteamericanos querían expandirse, y que su estrategia militar jamás sería un obstáculo. (Velasco, íbid).

Referencias.
Alcaraz, Ramón. (1997). Apuntes para la historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos. México: Fundación Miguel Alemán.
Roa Bárcena, José María; Castro Leal, Antonio. (1986) Recuerdos de la invasión norteamericana (1846-1848). México: Universidad Veracruzana.
Vázquez, Josefina Zoraida. (1994). Interpretaciones de la historia de México: De la rebelión de Texas a la Guerra del 47.  México: Nueva Imagen.
Ruiz Castañeda, María del Carmen. (1976). La guerra del 47 vista por Guillermo Prieto. México: Ediciones del Sindicato de Trabajadores del INFONAVIT.
Velasco Márquez, Jesús. (1975). La Guerra del 47 y la opinión pública (1845-1848). México: Biblioteca Secretaría de Educación Pública.
Bustamante, Carlos María (1847). El Nuevo Bernal Diaz del Castillo ó sea Historia de la invasión de los anglo-americanos en México. México: Imprenta de Vicente García Torres.
Escalante Gonzalbo, Pablo. García Martínez, Pablo. Jáuregui, Luis.  Vázquez, Josefina Zoraida. Speckman Guerra, Elisa. Garciadiego, Javier. Aboites Aguilar, Luis. (2008). Nueva historia mínima de México ilustrada. México: Secretaría de Educación de Gobierno del Distrito Federal.
Aguilar Sánchez, Martín. Ortiz Escamilla, Juan. (2011). Historia General de Veracruz. México: Secretaría de Educación-Gobierno del Estado de Veracruz.