Índice:
·
Objetivo
·
Antecedentes
·
La
Guerra entre México y Estados Unidos
·
La
Batalla de Cerro Gordo
·
Consecuencias
Objetivo:
Conocer la historia de la batalla de
Cerro Gordo en un intento por recuperar desde la memoria local de un
acontecimiento importante para la historia nacional.
Antecedentes:
La construcción del Estado Mexicano en
el siglo XIX, fue complicada: Aún después de la sangrienta lucha que había
llevado al país a la bancarrota, el imperio mexicano parecía tener todavía un
futuro prometedor, sin embargo, los asedios externos y la lucha de la
independencia, complicaban aún más esta tarea. Aunado a ello, la unión
fue la más difícil de poner en práctica, en especial ante el
experimento democrático de los años veinte. Al monarquismo iturbidista
(1821-1823) se le atribuyeron toda clase de excesos injustos, pero como los
males no terminaron con el experimento monárquico, después se le reprocharon al
federalismo: inapropiado para México por copiar “instituciones ajenas”. (Vázquez,
1994)
El país se encontraba en una situación
de debilidad, por lo que necesitaría tiempo para poderse estabilizar y crear un
modelo político eficiente para sus nuevas necesidades, sin embargo, los años
venideros serían aún más complicados y los gobiernos expansionistas no dejarían
pasar la oportunidad, Carmen Blázquez señala que “el odio al invasor se
mezclaba con rivalidades personales, diferencias políticas e intereses de los
grupos sociales a los cuales se hallaban vinculados.” (Aguilar y Ortiz 2011 p. 247).
Fueron la independencia de Texas
(1836) y su consecuencia, la guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848),
sin duda, los acontecimientos
fundamentales en la historia de los dos países. Para México significaron
el fin del futuro que anunciaba la riqueza novohispana y el expansionismo del
siglo XVII, mientras que para Estados Unidos significó su consolidación como
potencia continental, pues los 27 años que mediaron entre 1821 y el principio
de la agresión estadounidense en 1846
fueron el resultado desafortunado de experimentos políticos que no tuvieron
oportunidad de probarse. (Vázquez,
1994).
México era ya el tesoro aclamado para
Estados Unidos, y las circunstancias parecían cada vez más adecuadas para
aterrizar el plan expansionista por parte del país vecino.
La
Guerra entre México y Estados Unidos:
En enero de 1846, el presidente de
Estados Unidos, James Polk y su gabinete expansionista, iniciaban ya su
estrategia para ganar territorio, por lo que ese año iniciaron entrevistas con Santa
Anna, quien se encontraba exiliado en la Habana, para asegurar su cooperación. Mientras
que en México, con las malas condiciones por las que seguía atravesando el
país, sin ejército, sin aliados y sin dinero, los británicos habían aconsejado
evitar a toda costa la guerra para que los estadounidenses no tuvieran excusa
para ocupar California. (Vázquez,
ibíd.).
Sin embargo, no pudieron evitar que el
25 de abril de ese mismo año, se provocara un incidente entre las tropas de los
dos países, lo cual originó que el presidente Polk declarara su mensaje de
guerra el 11 de mayo de 1846, acusando falsamente a México de “haber derramado
sangre norteamericana en suelo norteamericano”. (Escalante, et al. 2008).
Lo que Polk buscaba era una guerra
pequeña, que requiriera un tratado de paz. México no podía pagar reparación
alguna, lo que lo obligaría a ceder la tierra que Estados Unidos ambicionaba.
Fue casi un mes más tarde, el 7 de julio de 1846, cuando el general Taylor
Zachary ya había comenzado a adentrarse en el país, que el congreso mexicano
declaró estado de guerra. Para finales de agosto, Santa Anna regresó de su
exilio en Cuba, y casi sin recursos se empeñó en entrenar a sus hombres después
de que las primeras derrotas advirtieran el futuro de la guerra. El panorama
mexicano seguía siendo de crisis, la batalla de Angostura (22 y 23 de febrero
de 1847), la única que podría considerarse victoria mexicana, se convirtió en
una derrota más al dar Santa Anna la orden de retirada por falta de alimentos y
agua. (Vázquez, 1994).
Ya para marzo Scott seguía con su ruta
y comenzaba a descargar en Veracruz, por lo que el general Santa Anna debía
apresurarse y preparar el nuevo ataque.
Fue el 27 de marzo de 1847 cuando se
ordenó que se fortificara Veracruz y el camino real: La Antigua, Puente
Nacional, Plan del Río, Cerro Gordo, Jalapa y Perote, siendo Cerro Gordo la batalla
crucial para el paso de los invasores a la Ciudad de México. (Aguilar y Ortiz 2011).
Batalla
de Cerro Gordo:
Es en el camino que enlaza Jalapa con
el puerto de Veracruz, donde se encuentra el cerro antes conocido como Telégrafo, junto a él se encuentra otro cerro:
La Atalaya y por la derecha corre una cañada profunda, el cual daría el nombre
a la comunidad vecina: Plan del Río (Alcaraz,
1997).
El teniente Manuel Robles encontró
ventajosas estas alturas boscosas para molestar al ejército invasor a su tránsito
a la capital; sin embargo no lo consideraba el mejor punto para disputarle el
paso, ni mucho menos para llegar a una victoria, pues además de que el camino
podría ser recortado por el enemigo, había escasez de agua, lo que empeoraba la
posición del ejército mexicano, por lo que proponía que el asentamiento fuera
en Corral Falso, unos ocho kilómetros más cerca de la capital. (Roa y Castro, 1986).
Western portion of field. Justin H. Smith's The War with Mexico. |
Santa Anna ignoró las recomendaciones y
decidió que el teniente coronel Robles comenzase la fortificación de Cerro
Gordo (antes Telégrafo), la cual emprendió hasta el 9 de abril que llegó Santa Anna para practicar su
reconocimiento hasta Plan del Río, donde dispuso que el mismo Robles se
encargase exclusivamente de su fortificación, encomendando al coronel Juan Cano
las obras del mismo camino. Al otro día le general se dirigió al Lencero para
volver el 11 a establecerse definitivamente en el cuartel general de Cerro
Gordo, mientras las brigadas de los demás generales, las compañías de Coatepec
y Jalapa y la división de Angostura que había estado recientemente en combate,
fueron llegando sucesivamente, hasta el día 12. (Alcaraz, 1997)
El ejército mexicana tenía armamento
obsoleto, oficiales poco profesionales y soldados improvisados. Mientras que el
ejército estadounidense contaba con servicios de sanidad e intendencia,
artillería modera y voluntarios que podían entrenarse y renovarse
periódicamente, nuestro ejército tenía que desplazarse de sur a norte. Estados
Unidos atacaba en forma simultánea diversos frentes. (Escalante, et al. 2008).
Mientras el enemigo seguía avanzando,
fueron reforzados todos los puntos que los generales Cano y Robles habían ya
construido, mientras que el resto del ejército permaneció en Corral Falso hasta
el día 15. Es en el transcurso de estos días que hubo un encuentro entre ambos
ejércitos, el general Santa Anna se vanagloriaba por haber detenido, con dicho
encuentro, la marcha triunfal del enemigo, lo que no era más que otro síntoma
de su falta de visión y lo difícil que sería convencerlo de escuchar a la
razón, pues ya para entonces otros comandantes comenzaron a limitar sus
opiniones al ver que no recibían respuesta. El agua era ya insuficiente y las
enfermedades cada vez más recurrentes, por lo que antes de ser atacados las
bajas mexicanas ya habían comenzado y la tropa enemiga seguía acampando frente
a las mexicanas. Al amanecer del 15 se dispuso el primer movimiento de ataque
contra el ejército mexicano pero es hasta el mediodía del 17 que se encuentran
por fin las tropas. (Alcaraz, 1997).
The Battle of Cerro Gordo. A Compilation of the Message and Papers of the Presidents, 1897. |
Estados Unidos rompió sus fuegos a las
cinco y media de la mañana del día 18, desde el cerro tomado el día anterior, y para las siete se había avisado de la
pérdida del cerro y el abandono de la batería baja. El general Santa Anna
ordenó al general Ciriaco Vázquez a reforzarlo, pero para su infortunio, los
americanos ya habían tomado los cañones como suyos. Ni siquiera con la llegada
de la brigada del general Arteaga, la cual venía cansada, casi vencida, por la
reciente batalla, lograron contrarrestar el ataque, por lo que el ejército mexicano no tuvo otra opción más
que rendirse. (Bustamante, 1847).
El
enemigo, dueño ya de nuestro campo, aestaba sus tiros, sobre los fugitivos,
acrecentando más y más el terror de la multitud que se arrojaba por el
desfiladero, impulsada a cada instante por una nueva velocidad, y aumentando la
confusión y la vergüenza de tan malhadado trance.
¡Cerro
Gordo se había perdido!... ¡México quedaba abierto a la iniquidad del invasor! (Alcaraz,
1997, p. 182).
Amputación de pierna del sargento Bustos. Atribuida a Charles J. Betts. c. 1847. © Sinafo/Fototeca Nacional. |
La derrota fue anunciada el 18 de
abril, para el medio día el panorama daba fe de lo que había sucedido, comenzó
a precipitarse la circulación de oficiales y soldados de caballería que huían
por el camino de México. Algunos de los que venían por el camino, al cruzarse
con los comisionados que viajaban al terreno enemigo, los llamaban a grandes
voces traidores, les tendían los fusiles y alguna vez llegaron a disparar. Los
comisionados que regresaron de Lencero en la noche, pasaron la noche sin
alumbrado con el resono en la oscuridad, los gritos de los fugitivos y los
golpes que daban a las puertas de las tiendas y casas queriendo abrirlas. (Castro y Roa, 1986).
El
ejército mexicano, mal comido, mal armado, desmoralizado tanto por la
superioridad técnica del enemigo como por presenciar el abandono de sus
heridos, se mantuvo en la lucha contra soldados bien avituallados, lo que hizo
su sacrificio casi inútil. (Escalante,
et al. 2008).
Los testigos lejanos de la batalla
esperaban más de aquel enfrentamiento, la derrota llegaba a ser más que
vergonzosa; triste, por lo que representaría más adelante.
A las 10 de la mañana del 19, en las
calles llenas de silencio, resonaban pavorosamente en el empedrado los cascos
de los frisones del enemigo, sin embargo en este porte no aparecía el orgullo
ni la satisfacción de la victoria, pues continuaban con su camino a la Ciudad
de México. La fortaleza, cuando pasó el teniente Robles, que fue uno de los
últimos en retirarse del campo, estaba completamente sola. (Castro y Roa, 1986).
En la cima de Cerro Gordo el panorama
testificaba la derrota, desde el camino de Jalapa, hacia cualquier punto que se
dirigiera la vista, se veían cadáveres. La carga que recibió el cerro fue uno
de esos cálculos fríos y determinados que caracterizaron al soldado mexicano. (Bustamante, 1847).
La guerra continuaría ahora en la
Ciudad de México, con una derrota más a la lista y miles de soldados menos.
Consecuencias:
Sólo dos días después de la
tradicional celebración de la independencia mexicana, las fuerzas del general
Scott ocuparon la Ciudad de México. Este acontecimiento marcó de hecho la
derrota definitiva. A partir de ese momento el ejército norteamericano era
dueño y señor del país y el gobierno mexicano en Querétaro, carente de recursos
y de un ejército, no pudo hacer otra cosa que no fuera iniciar las
conversaciones para la paz, las cuales significaron ceder la mitad del
territorio mexicano. (Escalante, et al.
2008).
La derrota de Cerro Gordo significó
una pérdida masiva de fuerzas, y un pase directo a la Ciudad de México. Las
estrategias que se crearon no fueron suficientes sobre todo porque reaccionaron
más tarde a la declaración de guerra. Algunos periódicos aseguraban que hubo
tiempo para anticiparse mientras que otros le echaban la culpa a Santa Anna.
También se habló de la indiferencia que mostró el pueblo ante las peticiones de
Santa Anna para que participasen en la lucha. Sin embargo, lo que estaba claro era que los
norteamericanos querían expandirse, y que su estrategia militar jamás sería un
obstáculo. (Velasco, íbid).
Referencias.
Alcaraz, Ramón. (1997). Apuntes para la historia de la Guerra entre
México y los Estados Unidos. México: Fundación Miguel Alemán.
Roa Bárcena, José María; Castro Leal, Antonio. (1986) Recuerdos de la
invasión norteamericana (1846-1848). México: Universidad Veracruzana.
Vázquez, Josefina
Zoraida. (1994). Interpretaciones de la historia de México: De la rebelión de
Texas a la Guerra del 47. México: Nueva
Imagen.
Ruiz Castañeda,
María del Carmen. (1976). La guerra del 47 vista por Guillermo Prieto. México:
Ediciones del Sindicato de Trabajadores del INFONAVIT.
Velasco Márquez,
Jesús. (1975). La Guerra del 47 y la opinión pública (1845-1848). México:
Biblioteca Secretaría de Educación Pública.
Bustamante, Carlos
María (1847). El Nuevo Bernal Diaz del Castillo ó sea Historia de la invasión
de los anglo-americanos en México. México: Imprenta de Vicente García Torres.
Escalante Gonzalbo, Pablo. García
Martínez, Pablo. Jáuregui, Luis.
Vázquez, Josefina Zoraida. Speckman Guerra, Elisa. Garciadiego, Javier.
Aboites Aguilar, Luis. (2008). Nueva historia mínima de México ilustrada. México:
Secretaría de Educación de Gobierno del Distrito Federal.
Aguilar Sánchez, Martín. Ortiz Escamilla,
Juan. (2011). Historia General de Veracruz. México: Secretaría de
Educación-Gobierno del Estado de Veracruz.